LA TEMPLANZA


LA TEMPLANZA EN LUGAR DE LA IRA



“Airaos, pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al Diablo”
Efesios 4:26

Satanás vino para robar, matar y destruir la templanza, poniendo ira, enojo, cólera sin control.

1. QUE ES LA TEMPLANZA

En el diccionario se define la templanza como moderación, sobriedad y continencia. Consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.[1]

La templanza es la virtud cardinal que recomienda moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. En un sentido más amplio, los académicos la definen como sinónimo de moderación, sobriedad y continencia.[2]

La templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter. Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos.[3]

Templanza es dominio propio. Es el espíritu que ha dominado sus deseos y amor al placer. Se aplica a la disciplina que los atletas ejercen sobre el propio cuerpo. Es la virtud que hace al emperador que jamás permita que sus intereses privados influyan en el gobierno del pueblo. Es la virtud que hace al hombre tan dueño de sí que es capaz de ser siervo de los demás. Es la virtud que le permite a la persona dominar la emoción de la ira, el enojo ante situaciones o personas amenazantes.

2. LA IRA CONTAMINANTE DE LA TEMPLANZA




2.1. Definición de la ira
Pasión del alma, que causa indignación y enojo. Apetito o deseo de venganza. Llenarse de ira es enfadarse o irritarse mucho.[4]

Algunos sinónimos de la ira son el enojo, la cólera, la rabia, la furia. La ira es una emoción que se expresa a través del resentimiento o de la irritabilidad.

La ira se refiere a la furia y la violencia. Se trata de una conjunción de sentimientos negativos que genera enojo e indignación. Por ejemplo: “El gesto del delantero despertó la ira de los simpatizantes rivales”, “El empresario vivió un día de ira: primero insultó a un transeúnte, luego empujó a un vecino y, finalmente, golpeó a un policía”, “El fallo del árbitro motivó la ira de la gente, que no dudó en arrojar objetos contundentes al campo”.[5]

La ira es el deseo ardiente de corregir, atacar o destruir algo o a alguien que nos incomoda.[6]

Según el texto: “Airaos pero no pequéis”, señala que la ira es una emoción que se puede experimentar, por ejemplo un sentimiento en contra de la injusticia o con el pecado cometido contra Dios. Pero también que la ira puede volverse pecaminosa o dañina cuando comenzamos a defender nuestro ego, cuando atacamos a alguien en vez de atacar el error o cuando alimentamos nuestra ira pasando varios días sin resolverla.

2.2. Razones por las cuales nos airamos
Nos airamos cuando experimentamos injusticias en el trato de los superiores. Cuando sentimos estrés reaccionamos con ira ante las situaciones estresantes.
Cuando somos atacados por algunas personas que generalmente son instrumentos de Satanás. Cuando las personas actúan en contra nuestra.

Cuando lastiman nuestras heridas, causa dolor y reaccionamos con ira. Cuando somos heridos nuestra habilidad de discernir las mentiras de Satanás disminuye.

Nos airamos cuando alguien amenaza nuestro sentido de valor, nuestro significado o nuestra dignidad.

Hacerse de pleito ajeno es muy peligroso, fácilmente tomamos la ofensa del otro como si fuera nuestra, eso genera ira.[7]

2.3. Consecuencias de la ira no resuelta

Cuándo la ira no es contralada o resuelta tiene consecuencias destructivas:
La violencia es la manifestación más lógica de la ira reprimida.
El control rígido y perfeccionista se demuestra especialmente en el legalismo y en la insistencia de que las cosas tienen que ser de una forma correcta.
La amargura es el resultado inevitable de almacenar la ira.
La negación, reprensión o desprecio es común cuando sentimos rabia contra alguien que deberíamos amar, sea Dios, nuestros padres, nuestro cónyuge, nuestros hijos o nosotros mismos.
La depresión es el síntoma más conocido y experimentado de la ira reprimida.[8]

Otros efectos negativos de la ira:
· La ira perjudica seriamente la salud: Aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de los niveles de adrenalina y noradrenalina.
· La ira resta las facultades cognitivas. Dificulta la comprensión, el pensar.
· La ira hace que le tengan miedo. Rompe las relaciones.
· La ira contamina la comunicación. Rompe el diálogo.
· La ira origina más ira

2.4. Cómo superar la ira

Entienda su ira

Es necesario saber porqué estamos airados, si es una reacción en contra de la injusticia o el pecado, o es por causa de nuestras debilidades y heridas. Este entendimiento determinará como proceder ante la ira que se está manifestando.

Exprese su ira

Cualquiera sea la razón de la ira debe expresarlo, a la persona correcta, en el momento correcto, en el lugar correcto y en la forma correcta.

Acusación Confesión

Usted me lastimó… Yo me sentí lastimado…
Usted solo se interesa por… Me parece que usted tiene más interés en…
Es obvio que usted solo quiere Estoy procurando entender cuáles son sus propósitos con eso…
Lo que usted está diciendo es.. Usted me corrige si estoy equivocado. Lo que yo estoy oyendo es…
Usted tiene que cambiar… ¿Tiene idea de cómo nosotros podemos resolver el asunto?

Resuelva su ira

Cuando nuestra ira es egocéntrica, queriendo defender o exaltar a nosotros mismos debemos arrepentirnos.

Cuando nuestra ira es justa, necesitamos confrontar a las personas que nos hirieron, en amor, con la guía del Espíritu Santo.[9]

Unas recomendaciones para controlar la ira:[10]

· Identificar las causas del enojo: Emociones como el miedo, estrés, vergüenza o cansancio son sustitutos de la ira, por eso hay que cuestionarse qué es lo que provoca el enojo.
· Comprender a tu semejante: El enojo se origina por la forma en que se interpreta lo que la otra persona dice o hace, por lo que debes encontrar qué es lo que motiva el desacuerdo para evitar que nazca una discusión.
· Integrar actitudes de respeto y prudencia: Antes de decir un comentario hiriente se debe pensar en la reacción propia al recibir un insulto.
· Concentrarse en el presente: Evitar tener resentimientos o heridas del pasado, ya que eso sólo aumentará el estrés y el enojo.
· Escuchar atentamente: Debes entender con claridad el punto de vista de la persona con la que existan diferencias.
· Identificar la reacción del cuerpo: Si existen dificultades para respirar, el pulso acelerado, dolor de cabeza o estómago, así como rigidez en los músculos es señal de que hay que calmarse.
· Respiración profunda: Mantener la respiración mientras se cuenta hasta cuatro, soltando el aire hasta ocho y repitiendo el mismo proceso. Este ejercicio se realiza primero lentamente y luego aumentando la velocidad, pero sin forzarlo.
· Detención del pensamiento: Sustituir cualquier pensamiento negativo por otros positivos para evitar sentirse controlado por la situación.
· Relajación muscular: Esta técnica sirve para aplicar antes, durante y después del conflicto, sentándose en posición cómoda, cerrando los ojos, relajando lentamente los músculos empezando con los dedos de los pies hasta llegar al cuello y la cabeza.
· Cambiar de entorno: Salir a caminar, escuchar música, incluso recurrir al humor pueden ayudar a controlar el enojo.
“Deja la ira y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo” (Salmos 37:8)

3. COMO RESTAURAR LA TEMPLANZA

Entre las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la templanza tienen especial importancia las cartas de San Pablo. En ocasiones habla de la "sobriedad" es decir, de la "moderación" o templanza como condición exigida a todos los cristianos: “No durmamos como los demás, sino estemos en vela y mantengámonos sobrios” (1 Tesalonicenses 5:6); “Como en pleno día tenemos que comportamos honradamente, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contiendas y envidias; al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no estéis pendientes de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Romanos 13:13-14).

Aprendemos que la templanza es un don de Dios: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2 Timoteo 1:7)

En la vida cristiana, la templanza adquiere un nuevo y original sentido, sobre todo porque el modelo e ideal de la templanza y de todas las virtudes con ella relacionadas (sobriedad, castidad, desprendimiento) es Cristo, perfecto Dios y hombre perfecto.

La fe hace que la templanza se ponga al servicio de la caridad y de la unión con Cristo. Esto significa, por una parte, que las energías de la afectividad son encauzadas por la virtud de la templanza, dirigida por la fe, para que el hombre ame a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente y al prójimo como a sí mismo.

Por otra parte, por la identificación con Cristo, el cristiano vive la virtud de la templanza como participación en la misión redentora de Cristo. La práctica de la templanza se convierte en una participación en la pasión de Cristo, en una especie de muerte voluntaria. De este modo, la templanza se convierte, de alguna manera, en el instrumento de una vida nueva que nace con la muerte y resurrección de Cristo.

La templanza refleja el rostro de Cristo ante los demás, de modo que todos se pueden sentir atraídos por Él. En este sentido, la templanza es imprescindible para que el cristiano pueda llevar a la práctica la vocación de anunciar el amor de Dios.

La templanza también es fruto del Espíritu Santo que se obtiene y se practica con la fuerza y el poder del mismo Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Esto induce al creyente a mantener intimidad profunda con el Espíritu Santo.
La templanza conduce al amor y al perdón del ofensor, evitando dar lugar a la ira, el enojo intenso, por ende a la venganza.

[1] Microsoft® Encarta® 2009. © 1993-2008 Microsoft Corporation
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Templanza
[3] http://definicion.de/templanza/
[4] Microsoft® Encarta® 2009. © 1993-2008 Microsoft Corporation
[5] http://definicion.de/ira/
[6] KORNFIELD, David. Introducción a la restauración del alma. Editorial Sepal. Santa Cruz. 2007. P. 31
[7] Ibíd. p. 33
[8] Ibíd. p. 34
[9] Ibíd. p. 35-38
[10] http://www.taringa.net/posts/salud-bienestar/7522129/Que-es-la-ira-y-como-controlarla.html

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