TeMaReflexiones
Teodoro
Marín
EL ANUNCIO DE JESÚS
Mateo en su evangelio
registra que el Ángel se le apareció a José y le dijo: “Y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. (Mateo
1:21). Lucas, en los Hechos que le escribe a Teófilo, le dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado
a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Juan dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
El Mesías (ungido)
prometido a los hebreos, el Cristo en griego, el ungido que vendría para salvar
a la humanidad. En la encarnación recibe el nombre Jesús.
Ese es el nombre
personal y lo relaciona directamente con su humanidad. Es su nombre propio con
el que se identifica como persona, como hombre perfecto, designa su misión de
salvador.
El nombre Jesús es la
forma latina del griego “lesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo
“Jeshua” o “Joshua” o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh es salvación”;
que quiere decir salvar. Con la designación de este nombre se nos da a entender
el carácter perpetuo de Salvador (Hechos 4:12), junto con la iniciativa divina
de la salvación descrita en Romanos 5:6, 10; 1 Juan 4:10, 19.
Los Yo Soy, sin
predicado de Jesús en el evangelio de Juan, especialmente 8:24, 58; 18:6 tienen
una resonancia inequívoca de Éxodo 3:14-15. Filipenses 2:9,10 declara la
dignidad infinita, divina de este nombre (Jesús) , pues solo ante Dios se pude
doblar toda rodilla[1].
Con el nombre Jesús se
está determinando su misión salvadora como lo indica Juan: “De tal manera amó Dios al mundo, que envió a su Hijo Unigénito, para
que todo aquel que él cree, no se pierda más tenga vida eterna. Porque no envió
Dios a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”
(Juan 3:16, 17).
JESUS EL SALVADOR
Alberto Benjamín
Simpson, fundador de la Alianza Cristiana y Misionera en su vida y ministerio
enfatiza a Cristo como Salvador, Santificador, Sanador y Rey venidero. En el
énfasis de Jesús – Salvador Simpson enseña[2]:
De que nos salva: Quita la culpa del
pecado, nos libra de la ira de Dios, nos libra de la maldición de la ley, nos
libra de nuestra mala conciencia, nos libra de un corazón maligno, nos libra
del temor de la muerte, nos libra del poder y el reino de Satanás y nos libra de
la muerte eterna.
Lo que nos trae la salvación: El
perdón de todos nuestros pecados, Justificación ante los ojos de Dios, el favor
y amor de Dios, un nuevo corazón, la gracia para vivir día a día, la ayuda del
Espíritu Santo, el cuidado y providencia de Dios, nos abre el camino para todas
las bendiciones y vida eterna.
Proceso por el cual proviene la salvación:
De la misericordia y la gracia de Dios, de la justicia del Jesucristo, por la
muerte de Cristo, por la intercesión de Jesús a la diestra del padre, por la
gracia del Espíritu Santo y por el evangelio.
Realizado el análisis
bíblico-teológico a estos planteamientos de Simpson, aunque en su libro no le
coloca citas bíblicas, tiene sentido según las Sagradas Escrituras.
JESÚS ES EL EVANGELIO, LA BUENA
NOTICIA DE SALVACIÓN.
La buena noticia es que Jesús vino para salvar a la humanidad. Ese es el
anuncio que somos responsables de llevar, como Pablo lo dijera: “…no me avergüenzo del evangelio, porque
es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” (Romanos 1:16):
¿qué debemos anunciar de Jesús?:
1. Anunciar la encarnación de Cristo.
Esto es la revelación de la gloria de Dios, de su
amor y su misericordia, el cumplimiento de la promesa del Mesías en su plan
redentor. El Eterno se hace hombre. Él se hizo carne y habitó entre nosotros
para así entender la realidad humana y cumplir la misión de redención. Cristo, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios… sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo
semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).
El
propósito de la encarnación es significativo para el ser humano:
·
El
primer propósito de la encarnación es revelar a Dios, darlo a conocer. Cristo
es la revelación máxima de Dios a los hombres (Juan 5:19-20, 10:38, 14:7-11).
Conociendo a Cristo, conocemos a Dios. “El es la imagen del Dios invisible”
(Colosenses 1:15). Mediante la encarnación Dios se hizo visible, vino a vivir
entre los hombres, como vivía al comienzo con Adán y Eva.
·
El
segundo, es tomar nuestra naturaleza humana y glorificarla capacitándola así
para heredar las mansiones celestiales. El hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre
para que nosotros, los hijos de los hombres, seamos hechos hijos de Dios. Un
día seremos semejantes a El (I Juan 3:2), y aún nuestros cuerpos serán
"semejantes al cuerpo de su gloria". De Adán hemos heredado la imagen
terrenal, de Cristo heredamos la celestial, siendo participes de la naturaleza
divina (2 Pedro 1:4), (I Corintios 15:47-49) En Adán empezó la raza humana, en
Cristo empieza un nuevo pueblo que se llama "linaje escogido, real
sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido". Este es el pueblo de los
redimidos.
·
El
tercer propósito de la encarnación es salvar a los Pecadores. Este fue el
propósito principal. Librar a los hombres de la culpa, del poder y de la
presencia del pecado y hacernos aptos para el cielo; esto era el centro del
plan de la encarnación. Si no había encarnación no podía haber muerte o cruz
(Mateo 1:21, Lucas 19:10, Juan 1:12)[3]
2. Anunciar la muerte de Cruz.
Cristo fue enviado como cordero a morir y derramar
su sangre para perdonar los pecados de la raza humana. A causa del pecado
estábamos sentenciados a morir, porque la paga del pecado es muerte; el
evangelio, la buena noticia es que Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8). Con
la muerte de Cristo en la cruz tenemos justificación delante de Dios, nos quita
la culpa porque el acta que nos acusaba fue anulada clavándola en la cruz
(Colosenses 2:14).
3. Anunciar la resurrección.
Esta es la mayor evidencia de victoria de la vida
sobre la muerte. Cristo con su muerte y resurrección compro la vida para todos;
nos libró de morir a causa del pecado, “ahora
pues ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).
Hay victoria en Cristo sobre toda situación de muerte. Todo lo que esté
muerto resucitará, porque hay vida en Cristo.
4. Anunciar la
ascensión de Jesús.
Esta es señal de restauración y transformación
plena. Tener un ser glorificado, no sujeto a las circunstancias y limitaciones
del presente; pues ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros, lo
que ahora vivimos lo vivimos en la fe del hijo de Dios y estamos sentados en
lugares celestiales, somos ciudadanos del Reino de los cielos, Cristo nos ha
hecho participes de su naturaleza divina, somos nuevas criaturas; razones por
las cuales somos más que vencedores en Cristo Jesús (Hechos 1:9).
5. Anunciar la promesa.
El anuncio del pronto regreso de Jesús, es la
promesa de ser llevados al cielo nuevo y la tierra nueva; de volver al paraíso,
a la vida según el diseño de Dios, como fue antes de la caída (Hechos 1:11);
vida en inocencia, de gozo, paz y abundancia.
JESUS TRAE CONSIGO UN CAMBIO DE
VIDA
Jesús anunció la llegada del Reino de Dios: “Arrepentíos porque el Reino de los cielos
se ha acercado” (Mateo 4:17).
Invita al cambio “arrepentíos”, a una nueva forma
de vida, según un nuevo sistema de gobierno.
El Reino de los cielos
es también llamado el Reino de Dios (Mateo 5:3), el apóstol Pablo lo llama el
Reino de su amado Hijo, que está en oposición al reino de las tinieblas
(Colosenses 1:13). Cristo nos trasladó del reino de las tinieblas al Reino de
Dios.
Este gobierno de Dios se extiende a la tierra, se ejecuta
su plan de gobierno en la tierra como se hace en el cielo, como Juan el
bautista y Jesús lo anunciaron: “El Reino
de los cielos se ha acercado” y como Jesús enseño a sus discípulos a orar: “Venga tu Reino”. El Reino de los
Cielos, trajo una sede a la tierra y el Rey vino para gobernar en el mundo
espiritual, sobrenatural, para que su efecto sea visto en lo natural en medio
de su pueblo.
El Reino de Dios hace
referencia al gobierno de Dios, al señorío de Cristo y la guía del Espíritu
Santo en la vida de las personas que aceptan a Jesús como el Señor y Salvador, un nuevo estado de cosas en que rige la salvación y la
voluntad de Dios. El
Reino de Dios establece su propia cultura para los hijos del Rey Jesús, sus propias
costumbres, su propio estilo de vida. De allí el mensaje de arrepentimiento
– cambio de vida, que empieza con el cambio en la manera de pensar.
Los creyentes en Cristo
viven físicamente en su respectivo país, pero no conforme a la totalidad de su
cultura, porque están en el mundo, pero no son del mundo, pues viven sentados
en lugares celestiales, son ciudadanos del Reino de los cielos, aquí en la
tierra están como embajadores de Dios, por lo tanto, su cultura superior es la
del Reino de los cielos.
Somos llamados a
proclamar y establecer el Reino de Dios en nuestra sociedad, para que así haya
una transformación, un nuevo estilo de vida.
[1] LACUEVA, Francisco. La Persona y la Obra de Jesucristo. Editorial
CLIE. España. 1979. P. 71
[2] SIMPSON, Alberto Benjamín. El evangelio Cuádruple. Editorial Alianza.
EE.UU. 1979. P.10 - 24
[3] http://sermons.logos.com/submissions/25925-Doctrina-de-la-persona-de-Cristo-Cristolog%C3%ADa-es-#content=/submissions/25925
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